Por: MÓNICA BRUCKMANN
El colonialismo mental, uno de los legados más dramáticos de la era colonial en la América Latina, llevó a las clases dominantes de las nacientes repúblicas en la región a renunciar a la posibilidad de producir conocimiento local. En esta visión, la producción teórica y el conocimiento local eran inútiles e innecesarios, pues existía un conocimiento universal, un pensamiento único, y este podía importarse desde Europa.
Bajo esta lógica, las universidades se concibieron como centros de difusión de teorías ajenas a las realidades nacionales, y constituyeron urnas de cristal en medio de la efervescente dinámica social de comienzos del siglo XX. Para tener un testimonio de esta actitud, basta leer a uno de los exponentes más lúcidos del pensamiento conservador peruano, Víctor Andrés Belaunde, quien en 1930 escribe:
Que la juventud sea joven, esto es, desinteresada, alegre, llena de vida, extraña a los ajetreos y las impurezas de la realidad. Que la juventud viva para sí misma y para el claustro; al vivir así, servirá mejor al país, cuyo progreso estriba en la labor silenciosa y útil de los laboratorios y de las clases, y no en la agitación seudo idealista de las calles y de las plazas. (1)
Esto explica la ausencia de toda infraestructura local para la producción intelectual: bibliotecas bien dotadas, editoriales dispuestas a imprimir libros de intelectuales y científicos nacionales, carencia de políticas de fomento a la investigación, etcétera.
José Carlos Mariátegui concibió la labor pedagógica de la prensa articulada a un proyecto cultural más amplio que brindara los espacios y las herramientas para la reflexión, el debate, la polémica y la producción teórica, es decir, la producción de conocimiento local. Entendemos esta producción teórica en Mariátegui como la capacidad de apropiarse de una matriz teórica, en tanto conjunto articulado y coherente de ideas y conocimientos para el análisis de una realidad social específica en un momento histórico concreto. Este proceso es capaz de generar una comprensión más profunda de la realidad local en sus aspectos generales pero también en los específicos, al mismo tiempo que produce nueva teoría y nuevo conocimiento. Nuevo conocimiento que puede, en un camino inverso (de la realidad social a la teoría), incorporarse a la matriz teórica más general, enriqueciéndola y profundizándola.
De esa forma, la producción de conocimiento no puede ser entendida en Mariátegui solo como especulación teórica, sino profundamente enraizada en la praxis, en su sentido más amplio: cultural, político, social. El conocimiento se crea entonces a partir de un esfuerzo de abstracción de los datos factuales de la realidad social, esfuerzo de abstracción mediatizado por la apropiación de la matriz teórica marxista, y regresa a ella, a la realidad social, para transformarla. Este segundo momento, este camino de regreso de la teoría a la práctica constituye lo que Marx llama concreto abstracto, que no es la misma realidad social instaurada como punto de partida, sino que representa otro momento, una nueva realidad, diferente al haber sido transformada por el conocimiento en su camino de regreso.
En su libro La producción del conocimiento local: historia y política en la obra de René Zavaleta, Luis Tapia sostiene que la producción de conocimiento local siempre tiene un componente de producción de teoría. Este proceso, según el autor, se daría a partir de lo que él llama la apropiación de teorías generales, que en el caso de Zavaleta lo denomina nacionalización del marxismo. Esto consistiría en la apropiación, por la vía de la interiorización, del marxismo como matriz teórica. En la medida en que este cuerpo se convierte en una concepción del mundo interiorizada, se vuelve también una forma de pensar cotidianamente el conjunto de relaciones y experiencias en la vida cotidiana, y en la reflexión que se va haciendo sobre la sociedad en que se vive y sobre la que se investiga. La producción de un nuevo conjunto de categorías en el seno del marxismo se habría dado cuando, en algunas sociedades, ha habido procesos de apropiación intelectual de esta tradición y matriz, y este pensamiento se ha enraizado en el proceso y los problemas locales, que a partir de ello habrían tenido una mayor inteligibilidad. Para Tapia, los más significativos desarrollos de la teoría marxista se han dado a través de grandes nacionalizaciones del marxismo, como las que han realizado Lenin, Gramsci y Mariátegui. (2)
El proyecto editorial que Mariátegui construye en Perú desde su regreso de Europa, en 1923, representa un intento claro por crear las bases materiales para la creación de conocimiento local. La propuesta va más allá de la infraestructura universitaria y académica.
Podríamos incluso decir que es transacadémica, ya que se plantea como un proyecto colectivo que incluye también a los propios actores sociales, es decir, trabajadores, campesinos, estudiantes, además de los intelectuales progresistas y de vanguardia.
Para Mariátegui, la producción editorial y el libro están ligados al más alto índice de cultura de un pueblo, y como tal merecen un trabajo conjunto entre autores, editores y libreros y, principalmente, una política de incentivo por parte del Estado.
La ausencia de una producción editorial adecuada para tales fines lo lleva a plantear que el problema editorial es uno de los escollos más graves de la cultura en Perú: El libro, la revista literaria y científica, son no solo el índice de toda cultura, sino también su vehículo. Y para que el libro se imprima, difunda y cotice, no basta que haya autores. La producción literaria y artística de un país depende, en parte, de una buena organización editorial. (3)
La revista Amauta representó, tal vez, el producto mejor logrado de la concepción de prensa y del proyecto editorial de José Carlos Mariátegui. Amauta quedó registrado en la historia del pensamiento social peruano no solo como una publicación de gran valor en el debate de las ideas fundamentales en la construcción de la nación peruana, también representó un gran movimiento intelectual, artístico y político que dio contenido a este proceso.
Se convirtió así en el espacio articulador de un gran debate doctrinario, teórico, político y artístico, del cual participaron los elementos más avanzados de la inteligentziaperuana, latinoamericana y mundial.
Tendió un puente extremadamente importante entre Perú, la América Latina y el mundo.
Se propuso estudiar todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos; «todo lo humano es nuestro», señala parafraseando a Marx.
De esta manera, Amauta se define como un proyecto que, en el campo intelectual, no representa solo un grupo, sino un movimiento, un estado de ánimo: En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más vigorosa y definida de renovación. A los factores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no nos ha bautizado definitivamente todavía.
Como declara Mariátegui, dentro de este movimiento cabían discrepancias formales y diferencias sicológicas, sin embargo se ponía por encima de todo aquello que mancomuna y aproxima: la «voluntad de crear un mundo nuevo dentro de un Perú nuevo».
En este sentido, Amauta se reconoce como espacio donde ese movimiento intelectual y espiritual adquiere organicidad, (4) como un proyecto colectivo con alcance fundacional. El debate que recogió la revista a lo largo de su existencia representó un marco de referencia que tuvo profundas implicaciones teóricas y políticas. La amplitud de la revista no significó falta de identidad; por el contrario, fue consciente de su rol y su postura ideológica y, sin embargo, abre sus puertas a los más diversos temas y acepta en sus páginas posiciones discrepantes. La polémica se eleva, de esta forma, a la condición de instrumento metodológico para esclarecer, profundizar y para producir conocimiento.
(1) Víctor Andrés Belaunde: La realidad nacional, Lima, Editorial V, [s. f.].
Revista Casa de las Américas No. 262 enero-marzo/2011 pp. 121-123
(2) Luis Tapia: La producción del conocimiento local: historia y política en la obra de René Zavaleta, La Paz, Muela del Diablo, 2002.
(3) José Carlos Mariátegui: «El problema editorial», Temas de educación. Mariátegui total (edición conmemorativa por el centenario de José Carlos Mariátegui), Lima, Editorial Minerva, 1994.
(4) José Carlos Mariátegui: «Presentación de Amauta», en Amauta, No. 1, septiembre de 1926.
TOMADO DEL PORTAL DEL MNI
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